DEVOCIÓN
El hecho prodigioso de la devoción a Nuestra Señora de los Milagros de Amil, su santuario y todas sus vicisitudes, son realidad precisa, historia pura. Aquí no hay leyendas más e menos verídicas y siempre poéticas, producto de la imaginación y la poesía innata del romero, y lo sentimos de veras ya que las leyendas en los santuarios y ermitas de la Virgen representan parte de la vida que fue, a veces son tan importantes y tan necesarias para conocer esa vida, como la misma historia.
La historia del Santuario de Amil y su milagroso motivo, está debidamente contrastado y testificado ni siquiera necesitamos la tradición. Si bien en ello hay que tener en cuenta que el Santuario de Amil es uno de los más modernos de Galicia.
Muchos y variadísimos son los títulos que la piedad cristiana ha escogido para venerar a la Santísima Virgen en el curso de los siglos. Desde las primeras luces del cristianismo hasta nuestros días los fieles no han parado en buscar nuevas guirnaldas y nuevos amores con que querer y agradecer la intercesión de la Virgen.
El hecho histórico que motivó este Santuario, -quizá el más concurrido de la diócesis compostelana- según leemos en el Libro I de la Fábrica del mismo, iniciado por el Rector y Párroco de Amil don Pedro Velay, consta que fue en el año 1778.
Su protagonista, Sebastián de Castro, vecino del lugar de Roza Vella, barrio de la feligresía de Amil, piadoso labrador de pequeñas haciendas y arriero, nacido el 20 de enero de 1725, en el mencionado Roza Vella, hijo de Pedro de Castro y Susana Blanco (Archivo P. de Amil «Libro II. de Bautizados», folios 117 y 118). A finales del año 1756 contrajo matrimonio con Caetana Núñez. Fruto del mismo, fueron varios hijos, el primero de éstos una niña llamada María Antonia que nació el 27 de octubre de 1757; fueron sus padrinos Juan Antonio Ferro y su esposa María Fariña, vecinos de Rebón (Ídem, ídem, ídem, II. de ídem; folio 234 vto.). Este benemérito morañés falleció en Amil el 4 de diciembre de 1804; tenía pues 82 años.
Grandísimo era el número de vecinos de Moraña que se dedicaban al transporte del vino desde el Ribero de Avia, surtiendo al municipio y a los de Cuntis, Caldas, Barro y otras localidades, tantos que eran famosos hasta no hace muchos años, a causa de sus chirriantes carros tirados por troncos de más de siete caballos o mulas; seguían la antigua calzada romana, la «XIX Bracara – Asturicam»
Los arrieros de Moraña eran celebrados y queridos por su honradez y alegría en toda la provincia, sobre todo en las tierras de Tabeirós y Caldas de Reis. Parada obligada era en el centro geográfico de la Tierra de Montes, Vilapouca – Soutelo, localidad ésta donde había varios mesones, alguno aún hoy se conserva; en ellos bien comían y mejor bebían los arrieros morañeses, nos lo dice con toda la hermosura esta copla de otro cantar de arrieiro:
«Arrieiros de Morana
ven pol-o Paraño arriba.
Mociñas de Vilapouca
tendell-a carne cocida»
Así cantaría nuestro Sebastián de Castro, cuando con su recua, su carro y sus odres de buen tinto del Ribero andaba y desandaba los ásperos caminos de Moraña a Ribadavia.
Mas los días fueron pasando, las economías no eran muchas y las fuerzas disminuyen con los años.
Este hombre de fe grandiosa y confianza sin límites en la Providencia divina y especialmente en la Santísima Virgen, quiso librarse del ímprobo trabajo que en todo momento tenía para «el surtido de su casa y recua», tal era la carestía de agua que la necesidad le empujaba a aprovechar la de un pequeño riachuelo que discurría no muy lejos de su vivienda; pero le resultaba de dificilísima utilización tan necesario elemento a causa de una pronunciada cuesta que mediaba entre el hogar y el río.
En esta situación y pasado ya del medio siglo determinó fervorosamente acudir Dios por medio de la intercesión de su madre, la Virgen, pidiendo le diese agua para sus necesidades, las de su recua y oficio. Para ello empezó a hacer una pequeña mina en las inmediaciones de su casa.
No tuvo que trabajar mucho el buen Sebastián de Castro. Dios por medio de su Madre y nuestra, obró el prodigio y «…soltó un caño de agua con tanta abundancia, que no sólo era capaz de abundar para su surtido y el de la recua, sino que también alcanzaba para moler un molino que allí formó».
El prodigio de Ntra. Sra. de los Milagros de Amil estaba hecho; fue el segundo domingo de septiembre de 1778.
Después del beneficio surgió el agradecimiento y su perpetuación. Sebastián de Castro y su familia mandaron hacer una imagen de la Santísima Virgen, que él llamó de los Milagros, y también encañó el agua objeto del prodigio, haciéndole una fuente de piedra; sobre ella puso la imagen y a los pies de la misma la fecha de 1778.
Mas este hecho de tanta trascendencia para la vida religiosa de Pontevedra, debe ser conocido tal como nos lo dejaron escrito testigos presenciales del mismo y que trataron al agraciado Sebastián de Castro, como fue don Apolinar López Blanco, quizá primo hermano del primero. Refiere así el trascendental hecho que motivó el gran Santuario en el Libro I. de Fábrica, intitulado: «Libro Iro. de Cuentas de la Capilla de los Milagros en San Mamed de Amil, iniciado por el Rector don Pedro Velay». Dice a este respecto el manuscrito: «D. Pedro Velay Rector del Beneficio Curado de San Mamed de Amil, y de su Parroquial Iglesia, Coto de Amil. Agregado a la jurisdicción de Campo y Fragas, Arciprestazgo de Moraña, en este Arzobispado de Santiago; pongo por escrito, haberme posesionado de dicho curato, en el día diez de marzo del año de mil ochocientos diez y ocho; en cuya vacante hallé por capellán a don Apolinar López, en la sirbía desde el de mil ochocientos diez, en qe. pr. el mes de enero falleció D. Antonio Manuel Verea, mi antecesor y último cura, a quien sirbiera de Capellán y asistió a su muerte el referido don Apolinar; pr. cuio motibo exigí de él el Libro de la cuentas del Santuario Intitulado de los Milagros, sito en los términos de esta dcha., Prrqua., del qe. debía constar la percepción, e inversión de la limosna de los devotos concurrentes, qe. liberalmente daban en obsequio de la Virgen; y me contestó, que, como a la muerte de aquel cura no quedó, ni se halló libro alguno, ni él lo había formado, no podía hacer la entrega, ni por este medio dar la satisfacción al cargo, qe. se le hacía; y Visto pr. mi imponiéndole nuebamente en la obligación qe. tenía de formarlo, y presentarlo, del qe. también debía constar la creación, o principio de tal Santuario, contestó qe. en cuanto a ésta última parte daría las noticias que había adquirido, y eran notorias a tedios los vecinos de esta parroqa. qe. las dictó en la manera siguiente:
NOTICIAS DEL PRINCIPIO DE ESTE SANTUARIO, Y ERECCIÓN DE SU CAPILLA
«Sebastián de Castro, vecino del lugar de Roza-Bella de esta recordada parroquia, corto labrador y de oficio arriero, hiéndase necesitado de agua, para el surtido de su casa y Recua, qe. tenía pra. su giro y gobierno y qe. con mucha dificultad se podía aprovechar de la de un Riachuelo, qe. no muy distante de su casa corría pero lo hacía muy dificultoso una cuesta ardua qe. mediaba, se determinó a pedir remedio de su necesidad al Señor qe. los puede remediar, pr. medio e intercesión de la Soberana Reina, Madre de Dios, y pidiendo y trabajando pra. este fin a inmediación de su casa, saltó un caño de agua con tanta abundancia, qe. no sólo era capaz de abundar pra. su surtido y de la Recua, sino qe. también alcanzaba pa. moler un molino qe. allí formó, aunque ahora no existe; pero sí el caño de agua sobre él que formado de piedra, puso una imagen con el título de Madre de Dios de los Milagros, y un rótulo a los pies de la imagen que dice: «Año mil setecientos setenta y ocho», que fue el en qe. se verificó aquel suceso. Y como inmediatamente se promulgase y aprendiese milagros, dieron en concurrir gentes, no sólo de la inmediación, sino también de distancia de más de seis leguas traiendo y dando, según su devoción las dictadaba, Limosna pa. la fábrica de una Capilla, en qe. con decencia recibiese los Botos, y fuese venerada la Soberana Reina» (Libro I. de Fábrica del Santuario de Amil folio 1 y sigs.).
«Miña Virxen dos Milagros,
que fas milagros na térra;
fixeches nacer a auga,
na fonte de Roza-Vella».
Información sacada del Libro histórico: «El Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Amil» de D. Antonio Rodríguez Fraiz. 1962.